El libro de la sabiduría mundial

Aquí hay extractos de Entregado de la sabiduría del mundo.

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Una viuda tiene siete hijos. Ella es pobre. Ella es incluso la más pobre de todo su pueblo. Un año, la hambruna asoló el país y los pobres, ya tan pobres, llegaron al fondo de su miseria. Sus siete hijos deciden ir y ganarse la vida por todo el mundo. Se van con pies de plomo, desesperados por dejar atrás a su amada madre.

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Viajan mucho tiempo yendo de ciudad en ciudad pero no encuentran trabajo. Son demasiado jóvenes, demasiado numerosos, demasiado delgados... Día tras día, tienen más y más hambre y más y más cansancio. Duermen con el estómago vacío en los bosques, en zanjas o al costado de los caminos.

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Un matin, que le temps est particulièrement mauvais, que la pluie tombe à verses, qu’un vent glacé souffle entraînant à sa suite des nappes de brouillard, qu’ils sont transis de froid, mouillés de la tête aux pieds et tellement désespérés d’être en si mauvaise posture, ils se trouvent juste devant les murs délabrés d’un château. Ils frappent à la porte mais personne ne vient leur ouvrir. Ils poussent le vantail et se trouvent dans une cour vide.

Sin perros guardianes, sin caballos en los establos, sin luz detrás de las ventanas rotas. Se dirigen hacia lo que parece ser el edificio principal. Llaman pero solo el eco les devuelve las llamadas. Visitan todas las habitaciones. Están sucios, cubiertos de polvo y del techo cuelgan grandes telarañas.

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Llegados a la última habitación, se detienen atónitos. La habitación está ordenada, limpia. En su centro se levanta una mesa admirablemente amueblada con siete platos de plata, platos de carne, salsas humeantes, las más variadas verduras, siete copas de cristal, siete servilletas de seda, pan fresco en la panera, candelabros con velas rojas. En la chimenea, los leños solo esperan la chispa para extender su suave calor por toda la habitación.

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El hambre es tan fuerte que entran en la habitación, se sientan a la mesa y comen con ganas. El mayor incluso se atreve a encender el fuego. Ellos son buenos. En medio de su comida, escuchan una voz quejumbrosa que les dice:
– Plus de lumière, encore plus de lumière !

Se miran sin hablar. Después de un rato, volvió el silencio y nuestros siete chicos tomaron sus copas para beber. Al acercar sus labios a los vasos, la voz vuelve a gemir:
– Plus de lumière, encore plus de lumière !

El mayor toma coraje con ambas manos, enciende una antorcha y dice:
– Je vais voir ce qui se passe.
– Nous t’accompagnons, disent les frères.

Salen al pasillo, suben las escaleras. La luna ilumina los escalones. Llegados arriba, visitan las habitaciones sin encontrar nada. Por todas partes el mismo polvo, las mismas telarañas. Suben otro tramo de escaleras y llegan a una última puerta en lo más alto de la torre. Empujan la puerta para abrirla pero retroceden. La habitación la ocupa un anciano de larga barba blanca, tan larga que toca el suelo, y cabello inmaculado. Su cara está muy pálida.

Está sentado en una silla vieja y hundida detrás de una mesa desvencijada. Detrás de la silla se encuentra una pintura enorme que representa a un gato negro con ojos verde esmeralda que brilla con una luz espeluznante y mira fijamente a los siete niños. A pesar de su coraje, tiemblan bajo esta mirada.

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El anciano no parecía ver a los siete hermanos. Está inmerso en un libro enorme y parece tener dificultades para descifrarlo. Empieza a gemir.
– Plus de lumière, encore plus de lumière !
Las piernas de los siete hermanos tiemblan cada vez más. El mayor es sin duda el más valiente. Se acerca al anciano, lleno de lástima, levanta su antorcha sobre el libro mientras le dice:
– Voici de la lumière.

***

El anciano baja la cabeza y reanuda la lectura febrilmente. Se traga las páginas amarillentas en lugar de leerlas como si temiera que la luz se apagará antes de que haya terminado. En la última página, suspira y cierra el volumen encuadernado en cuero viejo con esquinas plateadas oscurecidas por el tiempo.

El hombre levanta la cabeza y mirando al anciano dice:
– Je te remercie, mon garçon. Je vous remercie tous les autres de m’avoir libéré. Quand j’étais encore en vie, il y a très très longtemps, je n’aimais personne et mon cœur ne connaissait pas de pitié. Les gens me fuyaient. Je fut condamné à rester dans cette pièce sombre jusqu’à ce que j’achève la lecture de ce gros livre.

Habla de gente sabia y buena. Describe los sufrimientos, los dolores, las lágrimas, las injusticias que golpean a este pueblo. También detalla todas las fechorías de las que soy culpable, mi egoísmo, mi crueldad. En estas páginas están las lágrimas de las madres que velan por sus hijos enfermos, el dolor de los hijos que no pueden ayudar a sus padres, la desesperación de las madres cuyos hijos las han dejado para siempre. Empecé a leer esto hace cien años y aún no lo había terminado. Sólo quien me iluminara podría salvarme. me rescataste; como recompensa, te doy este castillo.

Está bastante deteriorado, pero si cavas en el sótano, encontrarás siete ollas de oro; son para ti Mientras pronuncia sus palabras, una corriente de aire sopla repentinamente sobre la antorcha. El menor va a buscar otro pero cuando regresa, el anciano, el libro y el gato del marco habían desaparecido.

***

Les sept frères descendent dans la cave et trouvent les pots remplis d’or comme le vieillard le leur avait dit. Ils font venir leur mère, remettent en état le château, nettoient toutes les pièces et redonnent à la bâtisse son lustre d’antan. Jamais plus ils ne connurent ni la misère, ni la faim. Jamais ils n’oublièrent le vieillard ni le contenu de son livre qui n’était autre que le livre de la sagesse du monde.