La Biscia

Una vez que no es costumbre, es en el norte de la isla, más precisamente en la zona este del municipio de Palasca, donde nos centraremos hoy en el patrimonio oral. Es en este territorio que el leyenda de Biscia, monstruo sembrando terror y desolación entre los habitantes del bajo valle de Ostriconi desde vuestro tiempo inmemorial. Prueba de que el mito es antiguo y está anclado en la mente de la gente, el dintel grabado de la iglesia pievana de Santa Maria Assunta, en estilo románico, fijó en piedra la imagen que las poblaciones locales de la Edad Media tenían de la Bestia.

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Palanca

La Biscia

Biscia Santa María Assunta

 

El dintel ornamentado de Santa Maria Assunta

La historia de la serpiente monstruosa que emerge de las marismas para arrasar el campo y llevar la muerte a rebaños y pastores es bastante clásica en el Mediterráneo. Entre los ejemplos más conocidos, podemos mencionar la historia del Wyvern, pero también y especialmente uno de los Doce Trabajos de Heracles. El héroe, habiendo llegado a Lerna, ciudad que acecha en el fondo del golfo de Nauplia (Argólida, Grecia), se vio obligado aquí a matar a la Hidra, una serpiente aterradora con múltiples cabezas cuyo aliento era mortal para cualquiera que lo respirara. Cuando el basilisco murió, la calma volvió y la región pudo prosperar nuevamente.

Estos diferentes cuentos son claramente interpretables. Las llanuras aluviales de Córcega (Ostriconi, Liamone, Tàravu, etc.) están dispuestas en contacto directo con valles profundos y drenan limos en suspensión en proporciones variables según la estación. Durante el verano, el caudal de estos ríos se reduce considerablemente, lo que ya no les permite llevar el producto de la erosión que llevan al mar. Llegados al llano, los cursos de agua se ralentizan por la modificación de los buzamientos.

Este estrés geomorfológico es reequilibrado por el principio de anastomosis, que provoca la creación de numerosos meandros y otros bucles, cuya forma y posición son muy sensibles a los cambios climáticos a corto plazo. Los lechos abandonados participan en la formación de pantanos y lagunas. Así, los ríos alargan su recorrido drenando partes de la llanura que en el pasado estaban obstruidas. Tomando un poco de altura, el resultado de la anastomosis aparece como una red serpenteante cuyas múltiples ramificaciones desembocan en el mar y los estanques.

 

Vista aérea del valle inferior de Liamone. En amarillo, precio actual; en rojo, cursos antiguos revelados por fotointerpretación

Simbólicamente, la disminución del caudal de los ríos insulares, que se amplifica considerablemente a partir del mes de junio, genera por tanto el desarrollo de un curso serpenteante cuyas múltiples cabeceras son pozas de agua estancada. El aliento fétido y nocivo que sale de la boca del animal puede interpretarse, por tanto, como el olor nauseabundo que emana de los estanques, pero sobre todo de la proliferación de mosquitos portadores del parásito plasmodium, vector de la malaria. Se recordará que este flagelo aún estaba vigente en la isla en la década de 1940, antes de que las marismas fueran tratadas químicamente.

En este sentido, los soldados americanos que practicaron este tratamiento continuaron pues la labor de Heracles que, para erradicar el problema de la hidra, le clavó brasas en el cuello para que no le creciera la cabeza (metáfora del drenaje de las marismas de Argólida durante la Edad del Bronce?).

Más allá de la forma ondulante de los cursos de agua en la estación seca, la evocación de la serpiente y su figuración en el dintel de Santa María muestran, desde Eva, la recuperación por parte de la Iglesia de un símbolo más antiguo del mal reptante, en una región cuya misma nombre (ostriconi evoca la producción de ostras de marisma) recuerda la presencia de estanques de mayor tamaño que los hoy visibles (Estanques de Cannuta y Foce, entre los que se encuentra Santa María). Los matadores de dragones santos, además a menudo presentes cerca de las bocas, también están allí para perpetuar la imagen de Heracles.

Otro testimonio de la cristianización del mito se deduce del hecho de que el Biscia sólo dejó su estanque en Domingo, al son de campanas, para devorar un fiel, es decir, tres elementos estructurantes de una semántica enteramente cristiana que emergen de una versión probablemente reciente de la leyenda.

La historia termina con el descenso al valle del valeroso Conde de San Colombano, figura tutelar del valeroso caballero del imaginario posmedieval de la región, como Orlandu en Casta o Rinucciu en Alta Rocca. Decidido a matar al monstruo, él mismo hizo sonar las campanas para sacarlo del pantano de Cannuta.

Cuando llegó La Biscia, le cortó la cabeza de un solo golpe de espada. Salpicado con la sangre de la bestia, este nuevo Heracles murió poco después que ella por un exceso de orgullo, siendo de alguna manera castigado por Dios por su arrogancia. Aquí podemos adivinar claramente la propaganda subliminal inculcada por el clero para limitar la influencia de los señores, entonces acusados de injerencia, en la organización parroquial.