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PalancaRata y los espíritus del bosque
Vivía en Pare-Arue en ese momento. Se dice que, en busca de sus padres secuestrados por Matututa'ota'o, la monstruosa 'otuu-garza del rey Puna de Mangareva, su abuela, un poco maga, le pidió que fuera a construir su canoa.
Con el hacha mágica 'Ui'ura' que hay que frotar en la espalda de la abuela para afilarla, se adentró en el bosque en busca de su árbol, lo encontró y lo cortó. Una vez caído el árbol, comenzó a cortar las ramas y quitar la corteza. Estaba listo para ser vaciado, tarea que pospuso hasta el día siguiente.
Qué sorpresa cuando regresó por la mañana: el árbol estaba en pie, intacto.
Sospechando alguna estratagema de los espíritus del bosque, volvió a talar el árbol y fingió marcharse. Él vino y se escondió en un arbusto y observó la escena. Los tuputupua, espíritus del bosque, liderados por su principal artesano Toahiti, se habían reunido alrededor del árbol caído y bailaban mientras cantaban un encantamiento mágico:
– “Las ramas se unen al tronco”. Y las ramas obedecieron.
– “Savia acuosa de mi árbol, ¡ven con dulzura, ven con rabia! ¡Ven chicle pegajoso, monta, monta el árbol! Tú, el árbol, levántate, deja que el árbol se levante”.
Y el árbol se levantó con todos los dioses en las ramas.
Rata no había respetado el procedimiento al ignorar el Mana de los bosques, los espíritus vinieron a restablecer el orden. Sin embargo, la historia termina bien para Rata, cuando se hace conocido por los espíritus del bosque, quienes luego se convertirán en sus amigos y compañeros de viaje. Incluso participarán en la construcción de su canoa.
Sin embargo, Rata, seguramente muy distraída, se olvidará de respetar la ceremonia faaimuraa vaa, aquella en la que se riega la canoa. Una especie de bautismo. Y verá su canoa hundirse como una canoa de piedra. Afortunadamente, la abuela vendrá al rescate y Rata finalmente podrá ir a buscar a sus padres.