Cuentos vascos 3

Cuentos vascos

Aquí hay varios cuentos. vasco : el burro y el lobo, Dominichtekun, Mari y Diego López

El burro y el lobo

Como muchos en el mundo, había un burro. Se marchaba, cargado de vino de Málaga, por un barranco. lobos, porque a los lobos les encanta la carne de burro.) Estaba viajando así cuando vio venir a lo lejos un lobo; no había ningún lugar donde esconderse.

El lobo llegó hasta él y el burro le dijo:
“Hola, hola señor Lobo, por si tiene sed tengo un buen Málaga para ofrecerle.
No tengo sed ! ¡Pero tengo una hambre increíble!
Mi comida de hoy será tu cabeza y tus oídos.
Sr. Wolf, ¿sería tan amable de dejarme
escuchar una misa? »

Le dijo: “¡Bien! Correcto. »
Entonces nuestro burro se fue. Cuando entró en la iglesia, cerró la puerta desde dentro con el pie y se quedó allí en silencio.

Cuando el lobo empezó a impacientarse por la espera, gritó:
“¡Dios mío, esta misa es larga! parece el Domingo de Ramos. »
El burro le dijo:
“Viejo lobo sucio, ten paciencia. Me quedo con los ángeles y tengo mi vida (salvada) por hoy.
- Oh la La ! Mal culo, que mocoso eres. Si alguna vez te vuelves a cruzar en mi camino, no escucharás nada. »

El burro le dijo:
“No hay perros alrededor del rebaño de Alagaia, si vas allí tendrás varias ovejas para ti. »
El lobo desistió y fue en busca de la manada que le había señalado el burro. Cuando el burro vio que el lobo se había ido, salió de la iglesia y regresó a su casa y tuvo cuidado de no volver a acercarse al lugar donde vivía el lobo.


Dominichtekun

Antiguamente, en una casa, todos los niños morían poco después de nacer. Tan pronto como estuvieron en nuestras manos, uno o dos, se perdieron para siempre. Cuatro o cinco pequeños ya habían fallecido de esta manera, y ahora pronto nacería otro niño. La ansiedad de todos era grande, porque no sabían cómo preservar al niño que estaba por nacer.

Mientras todos estaban así en la desolación, nació un angelito, sumamente lindo. ¡Y pensar que, esta vez otra vez, tendrían que perder semejante amor!... Estaban todos llorando cuando, al enterarse de la noticia, apareció un señor muy mayor del barrio. Atónito al verlos a todos llorando, les pregunta si ha pasado algo malo.

– » No, no, todavía no hay nada; el niño acaba de nacer. Pero…
– “¿Pero?… ¿qué, pero? ¿A qué tienes miedo para romper a llorar así?
– » No creemos que valga la pena contarte lo que aún no le hemos contado a nadie... Pero, como quieres saberlo, ¡bueno! Esto es lo que siempre nos pasa: los hijos que hemos tenido hasta ahora, los hemos perdido todos, sin siquiera darnos cuenta. Y ahora estamos aquí preguntándonos cuándo llegará el turno de éste.

– “¿Eso es todo, buena gente? ¡Si lo hubiera sabido!... ¡Remediaremos el mal, sí, remediaremos!... Eso es bueno; como esto ; sujeta así al querido angelito, hasta que yo decida lo contrario..."
Al mismo tiempo, al sentir algo de frío por estar sujeto por las rodillas, el niño estornudó. Y en seguida el viejo le gritó:
-“¡Dominichtekun, niño! »

Al mismo tiempo se escuchó una voz fuertemente irritada proveniente de detrás de la puerta:
– » ¡Maldito el que os enseñó esto! ¡Maldito seas! »

Y, mientras lanzaba esta maldición, una gran lamiña, realmente horrible, se precipitaba por la chimenea... Desde entonces, gracias al viejo, el niño aún vive. Y,
-¿No es eso un milagro?
– Desde entonces tampoco mueren más niños en ningún lugar, al menos por la enfermedad que les provocaba la muerte hasta entonces. Y esto porque, con cada estornudo, toda madre le dice a su hijo:
– » ¡Dominichtekun, niño! »


Esposo y Diego Lopez

Diego López, que fue a perseguir a los moros, fue capturado y llevado a prisión en Toledo.

Su hijo, Liiko López, quien quedó muy afectado, consultó a la gente de su país cómo proceder para entregarlo. Le dijeron que no veían solución a menos que fuera a la montaña a buscar a su madre (la misteriosa dama de la montaña, Mari, con quien se había casado Diego López), para pedirle consejo, lo cual hizo.

solo, a caballo; lo encontró en lo alto de una roca; le dice :
– Hijo Liiko, acércate, porque sé bien por qué vienes.
Él se presentó ante ella y ella le dijo:
– Vienes a preguntarme cómo hacer para sacar a tu padre de prisión.

Había un caballo que iba solo por la montaña, lo llamó por su nombre diciendo Pardal, le puso un freno. Recomendó a su hijo no someterlo a ningún tipo de presión con el fin de quitarle la silla o el freno, darle de beber, comer o herrarle. Ella le dijo que ese caballo lo acompañaría toda su vida, que nunca pelearía sin ganar, que lo montaría y estaría ese mismo día en Toledo frente a la puerta de la prisión de su padre.

Luego desmontaba, y encontrándose con su padre en un patio, lo tomaba de la mano y fingiendo hablar con él, lo llevaba hasta la puerta donde está parado el caballo y cuando llegaban allí todos lo montaban. ambos, y antes de que anocheciera estarían en sus tierras.
Y así fue.