Era, sin duda, la bruja más terrible de todo el valle de Aramaio. Y no creas que estamos hablando de un personaje imaginario del principio de los tiempos. Juanakala era, por así decirlo, una bruja de hoy, de carne y hueso. A mediados del siglo pasado todavía recordamos a una anciana, muy anciana, una borracha empedernida que vivía de la mendicidad.
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PalancaJuanakala
Cuando Juanakala necesitaba dinero para su principal vicio, y ciertamente el único, que no era otro que el de beber, se plantó frente al primer campesino que encontró, amenazándolo así:
– ¿Seguro que no quieres ver enferma a tu vaca favorita? no es cierto ? Es decir, ¿estoy seguro de que no quieres tener un accidente en la montaña? no es cierto ? ¿O ser viudo antes de tiempo? no es cierto ?
Por supuesto, a veces algunos se resistían a las persuasivas frases de la bruja, pero siempre era una perseverancia inútil. Porque, entonces, Juanakala repasó las últimas desgracias acaecidas en el valle: muerte de ganado, calamidades, epidemias, crímenes, enfermedades, adulterios, desapariciones, mal tiempo y hasta guerras para que pudiéramos cambiar de rumbo.
De modo que Juanakala siempre conseguía unas monedas para ir a la taberna Poliko y saciar su insaciable necesidad de vino de Rioja, y cosas buenas. Si no tenía suficiente dinero, como ocurría a veces, llegaba incluso a amenazar a Poliko, y el propio dueño de la taberna le sugería cosas como:
- ¡Eh! ¿Que no te gustaría que tu vino se convirtiera en vinagre?
Y Poliko, como todos, temiendo al viejo Juanakala más que un dolor de muelas, le sirvió el vino de Franco, exclamando, a su pesar:
– ¡Bebe, querida viejecita, hoy toca la visita a la casa!
Así que una tarde, la Juanakala estaba, en la taberna, su lugar favorito en este mundo, comprando vino cuando al verla, un joven bastante temerario no encontró nada mejor que bromear con ella, preguntándole con bravuconería:
- Qué ? juanakala, ¿iremos a akelarre esta noche? (literalmente: brezo de la cabra)
Ella lo miró con ojos penetrantes, chispeantes y muy traviesos, y a su vez le preguntó:
– ¿Quizás podrías hacer lo que me dices?
El joven miró a su alrededor herido en su autoestima y, al darse cuenta de que eran varios feligreses que habían escuchado la pregunta de la bruja, herido en su orgullo, respondió sin pensar lo más mínimo:
– Capaz como el que puede, ¿qué te pareció?
Y sin darle tiempo a cambiar de opinión, el viejo Juanakala añadió con una sonrisa perversa:
– ¡En ese caso, ve a medianoche en punto al cruce de tal o cual lugar y espérame en lo alto del haya!
Dicho esto, la anciana se disponía a salir de la taberna con mirada desafiante, y el joven nada pudo añadir a estas palabras. Pero se dio cuenta de que acababa de hacer algo estúpido y abandonó su jactancia, bebió el vino del vaso que tenía en la mano y salió corriendo de la taberna. A diferencia de la bruja que tomó el camino hacia la montaña como observaron los testigos, él, el joven burlador ahora asustado, tomó la dirección de la iglesia.
Allí, el joven se confesó al cura, contándole el episodio de la taberna y éste, después de haberlo absuelto, lo bendijo y le entregó un rosario bendito y un montón de pequeñas medallas, estampas y muchas otras cosas benditas, le recomendó a él :
– Sé bien cuál es tu miedo, pero ahora no debes fallar. ¡Así que ve a este cruce y espera su llegada en el árbol, protegido con todo esto!.
El joven, aún temeroso y con paso vacilante, salió de la iglesia para dirigirse al lugar en cuestión, mirando de reojo al sacerdote que rezaba y hacía la señal de la cruz en su dirección. Subiendo al árbol, nuestro joven esperó y esperó hasta que las campanas de la iglesia comenzaron a sonar anunciando la medianoche.
Recién en el último disparo, el duodécimo, llegaron al árbol donde había una piara de cerdos enormes y muy gordos, piara que, en fila interminable, pasó bajo el árbol durante largos minutos. donde horario??? Hasta que finalmente, cerrando la marcha, una cerda de extraordinario tamaño se plantó al pie del haya, abrió su enorme garganta y gritó con fuerza al asustado joven:
– ¡Hiciste bien en usar cosas sagradas, es ingenioso porque de lo contrario habrías sido maldecido!
Dicho esto, la cerda desapareció como el resto de la manada en la oscuridad de la noche y el joven cayó del árbol, asustado como nunca hubiera imaginado.
Ciertamente, regresó a casa solo, a pie, sano y salvo. Ciertamente, pensando en la caída de aquel árbol, no tenía ninguna herida en ninguna parte del cuerpo. Ciertamente su orgullo sufrió, y fue mucho, no llegó a ningún estado de locura, depresión o enojo de ninguna manera. Pero, ciertamente, el joven de esta aventura cayó muy gravemente enfermo sin que médicos, farmacéuticos o curanderos encontraran causas físicas lógicas y nunca volvió a ser el mismo.
Finalmente, nunca más comenzó a burlarse, desafiar o decir una palabra al famoso y terrible Juanakala. Ya no podía pasarla por el camino. Por esto, cuando la vio afuera, se dio vuelta y se alejó de ella como un demonio.