"Terra di poesia": es con esta expresión que el sardos ellos mismos designan su isla. La poesía es ante todo un arte familiar para ellos: en cada pueblo, en cada familia, hay hombres o mujeres que se saben los versos de memoria y son capaces de componerlos. Pero esta poesía encuentra su celebración en la gara poetica (la justa poética) que se ofrece al Patrono del pueblo durante las fiestas en su honor.
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Palancagara poetica
En esta ocasión, dos o tres poetas profesionales están invitados a subir a una tarima para debatir, durante tres horas, sobre temas sorteados como: "Arte y naturaleza" o "El ojo, el lenguaje y la mano". Estos poetas-improvisadores cantan ochos de endecasílabos (ottavas) con una melodía específica para cada uno (traggiu), acompañados por un pequeño coro (tenore) compuesto por tres hombres que modulan un acorde consonante en un conjunto de sílabas sin sentido ("Bim -bom" , "Birimbim-bom", etc.)
La gara poetica sardo es un ritual de habla. De hecho, se lleva a cabo en una fecha, hora y lugar fijos: en la plaza del pueblo, cerca de la iglesia y del Santo, el día de su fiesta. Es una creación colectiva donde interactúan los poetas, el coro y el público; este último, muy bien informado, aplaude, sonríe o hace pucheros, evaluando a los poetas como un jurado informal; anticipa versos y es capaz de memorizar estrofas o incluso pasajes enteros de un juego para compararlo con otros que lo precedieron.
En este contexto de improvisación, sin embargo, todo está rigurosamente codificado: desarrollo del juego en tres etapas (exordio, temas y hagiografía cantada del Santo), curso obligado de los argumentos del tema, pero también de los versos de la estrofa, comportamiento, posturas y gestos de los poetas, etc.
Al sortear su tema, los poetas deben defenderlo e identificarse con él: se convierten en Amor, Odio, Riqueza o Pobreza. Tanto es así que lo que muestran y escuchan a la gente reunida en la plaza bajo la mirada del santo es el juego de destinos simulados que el azar les ha asignado por sorteo, y que deben asumir la estación del tiempo.