La bruja de kimuko

Un día, al anochecer, un hombre de la finca Kimuko de la localidad de Aitola, pedanía de Azkoitia, volvía a casa del trabajo, cuando se encontró con una mujer, inmóvil, que le miraba suplicante. Como ésta no era ni vieja ni joven, ni hermosa ni fea, ni flaca ni gorda, concluyó que ella era totalmente desconocida para el entorno.

La bruja de kimuko

Por lo tanto, nuestro hombre se detuvo frente a ella y se frotó la calvicie debajo de la boina, mirándola aturdido.
- Necesito tu ayuda ! ella le dijo a quemarropa. Me sorprendió el segundo toque del Ángelus afuera de mi casa y no puedo volver allá.

El hombre saltó lejos del extraño, ahora mirándola con miedo evidente. Se dio cuenta de que estaba tratando con una bruja y había oído que las brujas vagaban libremente por el mundo entre las campanadas del Ángelus del mediodía y el Ángelus de la tarde. Además, si los atrapaban antes del primer golpe de la noche, no solo no podían regresar a casa, sino que perdían todos sus poderes.
- Ayudame ! no tengas miedo ! insistió el extraño. ¡Si me ayudas, seré generoso contigo!.

El granjero se alejó con miedo y sin decir nada, la pobre bruja comenzó a llorar sin pensar. Tanto es así que termina por ablandarlo.
- Cualquiera ! Yo te ayudaré… respondió el hombre, pero dime qué hacer.

Aliviada, la bruja le preguntó:
– ¡Cárgame sobre tus hombros y me dejarás donde te diga!

Aunque no muy tranquilo, el hombre cargó a esta mujer sobre sus hombros y la llevó al lugar como estaba planeado pero para su sorpresa, resultó estar muy cerca de su finca. Cuando él la dejó al borde de la entrada de la cueva, ella le dijo:
– ¡Para agradecerte, mañana por la mañana encontrarás una nueva camisa de lino debajo de tu almohada!

De regreso a casa, nuestro hombre le contó todo a su familia y escuchó todo tipo de burlas. Tuvo que aguantar todo, ¡bebiste más vino que de costumbre! y otros chistes que siguen creyendo volverse locos. Pero pronto cesaron a la mañana siguiente cuando, en efecto, nuestro hombre sacó una camisa de lino nueva, limpia y perfectamente planchada, de debajo de la almohada. Entonces entendieron que el hombre no había mentido y que esta misteriosa bruja había cumplido su promesa.