Ankou (an Ankoù) es la personificación de la muerte en la Baja Bretaña.
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PalancaAnkou
No representa a la Muerte misma, sino a su sirviente: su función es recoger en su carro chirriante (karr an Ankoù, karrigell an Ankoù, karrik an Ankoù) las almas de los recién fallecidos. Cuando una persona viva escucha el ruido del carro (¡wig ha wag!), significa que él (o según otra versión, alguien a su alrededor) pronto pasará de la vida a la muerte. También se dice que quien ve el Ankou muere dentro de un año.
Así es como lo describe Anatole Le Braz en su colección de leyendas los
Leyenda de la muerte :
“El Ankou es el trabajador de la muerte (oberour arma maro). La última muerte del año, en cada parroquia, se convierte en el Ankou de esa parroquia para el año siguiente. Cuando ha habido, en el año, más muertos de lo habitual, se dice, hablando del Ankou en funciones:
- War ma fé, heman zo eun Anko drouk. (Por mi fe, este es un Ankou malo).
El Ankou se representa a veces como un hombre muy alto y muy delgado, con cabello largo y blanco, su rostro sombreado por un gran sombrero de fieltro; a veces en forma de esqueleto envuelto en un sudario, y cuya cabeza gira constantemente en lo alto de la columna vertebral, como una veleta alrededor de su barra de hierro, para poder besar de un solo vistazo toda la región que tiene una misión que cubrir.
En cualquier caso, tiene una guadaña en la mano. Esta se diferencia de las guadañas ordinarias en que tiene el filo hacia afuera. Además, el Ankou no lo recupera cuando siega; al contrario de lo que hacen las segadoras de heno y las segadoras de trigo, lo arroja hacia adelante. »
Así, el Ankou es un ser en movimiento, un relevo por el que pasan cada año los últimos fallecidos de diciembre. Gráficamente se le representa como un ser sin edad, con una apariencia no distintiva ya que está cubierto por una capa, a menudo negra (o un sudario). A diferencia de las representaciones esqueléticas de la Muerte, Ankou es representado la mayor parte del tiempo como un ser de carne, ya que alguna vez fue un hombre. Sin embargo, las representaciones esculpidas del Ankou en determinadas iglesias (El Martirio) lo presentan como un esqueleto con las cuencas de los ojos huecas, armado con una flecha o una guadaña.