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PalancaPlumas de guerra de águila
Hace mucho, mucho tiempo los guerreros Cheyenne aún no habían aprendido a usar el águila para sus adornos de guerra. Uno de sus hombres subió a una montaña alta; allí permaneció durante cinco días, llorando, sin comer. Algún ser poderoso, esperaba, lo vería y vendría a él, para enseñarle algo grandioso para su gente.
Se alegró cuando escuchó una voz que decía: "Trata de ser valiente, pase lo que pase, incluso si puede matarte. Si recuerdas estas palabras, traerás grandes noticias a tu gente y los ayudarás". Después de un tiempo oyó voces, y siete águilas descendieron como para volar con él.
Pero fue valiente, como le habían dicho, aunque siguió llorando y manteniendo los ojos cerrados. Ahora las grandes águilas lo rodeaban. Uno dijo: "Mírame. Soy poderoso y tengo plumas maravillosamente fuertes. Soy más grande que todos los demás animales y pájaros del mundo".
Esta poderosa águila mostró al hombre sus alas y su cola, y extendió todas sus plumas lo más anchas que pudo. Le mostró cómo hacer tocados de guerra y adornos con plumas de águila.
"Tu gente debe usar solo plumas de águila, y sería de gran ayuda para ellos en la guerra y les traería victorias", dijo el águila.
Como no había plumas sueltas, las siete águilas se sacudieron y muchas plumas cayeron al suelo. El Cheyenne los recogió y, agradecido, los llevó a casa con su tribu.
Ese día, los Cheyenne vieron por primera vez plumas de águila y supieron de dónde venían. El hombre le mostró a su gente cómo hacer adornos de guerra con las plumas de águila, como le habían dicho. Desde ese día en adelante, el hombre se convirtió en un gran guerrero en su tribu, y su líder en partidas de guerra.
Tuvo tanto éxito que su gente lo nombró Jefe Pluma de Águila y usó su Gorro de Guerra de Plumas de Águila, mientras dirigía a los Cheyennes con dignidad y orgullo.