San Guillem no necesitó reliquias como el abad Arnulphe para vencer a las brujas malditas.
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PalancaSan Guillem
Él mismo fue a su encuentro, se dice, en sus guaridas, en la vertiente oriental del Canigó. Mientras se acercaba, las hadas enojadas provocaron una violenta tormenta para ahuyentar al atrevido que desafió su ira. Pero, guiado por su ángel, Guillem llegó al estanque de Comalada, a pesar de los relámpagos y los truenos, y se encontró ante la puerta de un palacio infernal custodiado por un formidable dragón.
De un golpe de su espada mató al cerbero, entró en palacio y dispersó a las hadas que se refugiaban en las gargantas de Garança y en los abismos de Cadí. El Santo triunfante construyó una capilla en la comarca: se trataba de la ermita de San Guillem de Combret.
Pero como faltaba una campana para llamar a los pastores a la oración y disipar los nubarrones, Guillem habló con los herreros de Valmanya quienes pidieron una alta remuneración. El propio Santo tomó un puñado de hierro fundido, lo amasó y lo redondeó con sus propias manos hasta darle forma de mitra.
La campana todavía existe y todavía se pueden ver las huellas de los dedos de Guillem en ella.