La lamiña y la anciana

Aquí está la historia de la lámina y la anciana. Había un hombre y una mujer en una casa, ambos habían llegado a cierta edad. El hombre se acostaba temprano, mientras que la mujer se entretenía todas las tardes hilando phiru-phiru. Pero, también todas las tardes, y siempre a la misma hora, le acontecía a la pobre hiladora que, por la chimenea, bajaba por la chimenea una mujer desconocida que no se iba hasta haber conseguido unas migajas de la cena. .

la lamina y la vieja

La lámina y la vieja

Apenas había comenzado la hiladora a freír su jamón, cuando escuchó el mismo ruido y la misma petición:
– “Chichi'ta papa, papa buchtia? (carne y pan, pan remojado?)

Llevaba ya unas semanas repitiéndose, y la pobre mujer, asustada, no se atrevía a decirle nada a su hombre, con la esperanza de que la lamiña terminara por no volver. Una tarde, sin embargo, como en un sueño, el hombre creyó percibir que su compañero conversaba con alguien...

Cuando la pobre mujer llegó a la cama, su marido le preguntó:
- " Así que di ! Hace un momento, ¿no estabas hablando con alguien? »
- " Sí " 
"¿A quién tenías ahí?" »
– “Mira, no sé ni quién es, pero el mismo monstruo se me aparece desde hace unas semanas; y siempre es a la misma hora, apenas comenzada mi cena.

Y, inevitablemente, me pregunta:
– “Chichi'ta papa, papa buchtia? »
"¿Y se lo das?" »
- " Tiene que ser así. Que hacer ? »
- " Es bueno ! mañana por la noche, me quedaré en tu lugar. Alguien que llega a esta hora, no puede ser nada bueno! Un brujo ? ¿Una lamiña?… Lo veremos mañana. Como pueda, te pondré el chal y el pañuelo, como las otras tardes. »

Al día siguiente, según lo acordado, la mujer se acuesta, mientras, permaneciendo junto a la chimenea, el hombre ya finge escabullirse... Muy rápidamente, percibe un fuerte ruido: el siempre desconocido, descendido firrindan a lo largo de la chimenea, se sienta cerca de él e inmediatamente grita:
– “Chichi'ta papa, papa buchtia? »

Nuestro hombre hace como si no lo hubiera oído y, phiru, phiru, comienza a dar vueltas frenéticamente. Entonces la lamiña para preguntarle:
“¡Qué furiosamente trabajas esta noche!
– “Sí, ayer, frin, frin, firun, firun, hoy fran, fran, furdulu, furdulu…”

Y la hilandera seguía girando, observando al extraño por el rabillo del ojo. De inmediato, reconoció una lamiña, y también de inmediato se dijo a sí mismo que tenía que sacarlo de allí, lo más rápido posible.

Por su parte, habiendo sospechado algo, la lamiña preguntó:
– “Tú no eres, esta noche, lo que sueles ser. Me pareces duro… ¿Cómo te llamas? »
– “Nehorknereburu”. (yo mismo, mi persona)
– “¿Nehorknereburu?… ¿Y chichi’ta papa, papa buchtia?…

Nuestro hombre tenía su sartén en un rincón de la chimenea; la pone al fuego, toda cargada de grasa, y la deja allí hasta que esté bien roja. Feliz ya, la lamiña no dejaba de frotarse las manos:
-"chichi'ta papa, papa buchtia! »

De repente, calculando que la sartén debe estar al rojo vivo, la hiladora la agarra de repente (braun) y, pla, le tira la grasa a la lamiña, justo en medio de la cara… Enseguida, gritando, la lamiña sube por la chimenea. Una vez afuera, en un clamor agudo, reúne a todos sus compañeros laminaks.

Con las manos en el rostro quemado, se lamenta sin cesar, y sus compañeros nada pudieron entender de sus palabras:
– “¿Qué te pasa?, ¿qué te pasa?… ¿Quién te dañó de esa manera?…
“¡Nehorknereburuk! (¡yo mismo, mi persona!…)
“Puesto que tú mismo has dañado tu persona, ¿de quién es la culpa? ¿Y tú qué quieres de nosotros?...

Y, en la noche oscura, el lamiñak se desvaneció inmediatamente en todas direcciones.