El milagro de Santarem

Santarem, la principal ciudad de la región de Ribatejo, es conocida como la capital gótica de Portugal, con sus iglesias y conventos que constituyen verdaderas maravillas artísticas.

Milagro de Santarém

Milagro de Santarém

Una de sus iglesias, la de Saint Etienne, también es conocida como la iglesia del milagro, porque alberga la reliquia de un prodigio eucarístico ocurrido en 1247.

Este acontecimiento, que algunos sitúan en 1266, es similar en muchos aspectos al de Alatri.

Una pobre mujer, exasperada al verse continuamente engañada por su marido, llamó a una bruja para reconquistarlo.

La bruja respondió que se necesitaba un hechizo poderoso. Pero la mujer dijo que estaba dispuesta a todo.

La bruja añadió que para preparar un hechizo eficaz necesitaba una hostia consagrada.

La mujer quedó perpleja, pero estaba tan desdichada que en cierto momento se resignó a realizar este gesto sacrílego.

Fue a comulgar a la iglesia de Saint Etienne, luego escondió la hostia en un velo y se la llevó a la bruja.

Ahora, en el camino, empezaron a caer gotas de sangre del velo que contenía la hostia consagrada.

La mujer no se dio cuenta, pero otras personas la detuvieron, preocupadas de que estuviera perdiendo sangre.

La mujer entonces se dio cuenta de que procedía del velo que envolvía la hostia.

Ella estaba asustada y, por temor a que descubrieran su fechoría, corrió a su casa en lugar de ir a la casa de la bruja.

Su marido estaba en el trabajo y la mujer escondió el velo con la hostia en una caja de madera.

Por la noche llegó su marido a casa y, como siempre, estaba nervioso y malhumorado.

Durante la noche, la pareja fue despierta por ruidos misteriosos y una extraña luz proveniente de la caja de madera donde la mujer había escondido la hostia.

La luz era tan intensa que iluminó toda la habitación.

Entonces la mujer, molesta, confesó lo que había hecho.

El hombre se levantó, fue a abrir la caja y notó que esa luz efectivamente provenía de la hostia envuelta en el velo.

Él se conmovió y, con su esposa, se arrodilló ante el prodigio, permaneciendo en adoración durante mucho tiempo.

Temprano en la mañana fue a avisar al sacerdote, quien también vino a ver esta luz maravillosa.

Los vecinos también acudieron corriendo y presenciaron el milagro.

El sacerdote llevó la hostia luminosa al interior de la iglesia.

Este regreso se produjo en gran procesión y solemnidad, y con la ayuda de una gran multitud, porque el acontecimiento había conmovido y asombrado a todos.

La hostia fue colocada en una caja de cera y colocada en el tabernáculo.

Pero al día siguiente, cuando el sacerdote fue a comprobar, encontró la caja reducida a pedazos, mientras que la hostia estaba dentro de una ampolla de vidrio con un pico tan estrecho que no podría haber sido contenida de ninguna manera entera.

Y, sin embargo, allí estaba, perfectamente intacta.

Como se ha podido comprobar, este finísimo envase de vidrio, soplado, fue creado para el anfitrión.