Cuentos vascos 26

Cuentos vascos

Aquí hay varios cuentos. vasco : recogiendo manzanas, la lámina de la fuente Juliane, el ladrón de Atxulaur

Cuentos vascos

recogiendo manzanas

La costumbre dictaba que en Leitza, al recoger manzanas, el dueño de la huerta pedía la colaboración de sus vecinos. Por lo general, esto se hacía tarde y los trabajadores eran recompensados con un refrigerio en el acto. Si el amo era rico, hacía servir el vino en un pequeño recipiente de plata llamado "barkillo".

Un día, la familia de la casa “Maxurrenea” llevó a sus vecinos a trabajar en la huerta de manzanos que tenían en un lugar llamado “inguru arte”. Durante la merienda, un vecino se dio a la tarea de servir vino a los trabajadores en un barkillo. Luego puso el recipiente en el borde de un agujero, en lo más alto del tronco de un viejo manzano.

Pero recogiendo el Galia y las frazadas se le olvidó el "barkillo".
Este descuido fue advertido por la familia de Maxurrenea, buscaron en vano el barkillo porque la vecina que se había llevado el preciado recipiente ya no recordaba dónde lo había dejado.

Los maestros, ante la sospecha de que el vecino les había robado el barkillo, torcieron una vela (símbolo del ladrón) y la quemaron frente a un santo, con la esperanza de que la supuesta autora del robo fuera castigada más tarde (torciéndola y quemándose ella misma). , como la vela).

Pero el vecino no sufrió ningún inconveniente. En cambio, en el huerto de manzanos de Maxurrenea se secó un manzano. Fue talado y, para sorpresa de todos, el barkillo apareció en el fondo de este hueco que tenía el árbol en el tronco.

Se ha dicho que la fuerza mágica "Adur" (ver magia en el país vasco) había actuado sobre el manzano ocultando el barkillo, lo había secado.


La lamiña de la fuente Juliane

La víspera de San Juan, a medianoche, una lamiña se peinaba con un peine de oro y luego se lavaba en la fuente Juliana. El difunto Barrenty, que pasaba, lo vio. La lamiña le dijo:

– “Si quieres llevarme a las tierras por las cuales pagas el diezmo, serás rico para tener un aguijón de oro”.

La lamiña era muy pequeña. Barrenty la montó a horcajadas sobre sus hombros y subió por el viejo camino que conduce a su campo. La lamiña en ese momento le aconsejó que no se dejara asustar por nada de lo que viera. Pronto llegó con su carga al nivel* del campo. Pero mientras lo subía, vio serpientes, sapos y otras mil bestias horribles que pretendían morder. Se asustó y huyó, soltando la lamiña.

– “¡Ay! ¡infeliz! ella dijo, me has vuelto a encantar por cien años”.
Desde entonces, Barrenty no ha logrado nada. Su propiedad fue fragmentada. Todo se perdió, hasta el rastro de su casa, y su tierra pasó a manos de sus vecinos. Al cabo de varios cientos de años, a partir de este día, la lamiña fue observada por Bassagaix y otros estudiosos mayores, pero no volvió a aparecer.

* los campos, en el País Vasco, a veces están protegidos por muros de contención de piedra seca. Se dispone en el muro tres o cuatro piedras en voladizos formando escalera. Es una entrada practicable para bípedos y que no lo es para animales.


El ladrón de Atxulaur

En la cueva de Atxulaur vivía un famoso ladrón. Pudo acumular una gran cantidad de oro en esta guarida. Pero, sorprendido en su caso por la policía, fue capturado y encarcelado hasta la hora de su muerte. No dice nada sobre dónde guardaba su riqueza.

Más tarde, unos extraños llegaron a Atxulaur: nada que hacer, no podían acercarse al oro de la cueva, esta última estaba habitada por un extraño toro que echaba fuego por la boca y las fosas nasales. Se aseguró de que nadie tocara el tesoro ni se acercara a él.

Posteriormente, los forasteros regresaron, esta vez con los huesos del ladrón fallecido; los pusieron en la cueva. Entonces pudieron entrar libremente y sacar todas las riquezas que allí había porque el toro, que era el alma del ladrón, no volvió a aparecer.