Grisette de Collioure

Las brujas de Collioure eran, por extraño que parezca, tres muchachas muy hermosas. Una de ellas, apodada La Grisette, fue casarse con un chico guapo que la amaba. Pero una anciana indiscreta advierte el futuro de las diabólicas acciones de la bella, aconsejándole que la vigile.

Grisette de Collioure

Grisette de Collioure

El amante logró esconderse en la habitación de su prometida y, sin ser visto, pudo esperar los acontecimientos. Alrededor de la medianoche la joven abrió su ventana, agitando un pañuelo blanco y pronto llegaron dos mujeres casadas muy lindas.

-Mañana es la fiesta de Collioure -dijo uno de ellos- Vamos a la isla de San Vicente y recogeremos flores para adornarnos.

Acordada la propuesta, La Grisette sacó de su armario un frasco lleno de pomada en el que cada uno mojó ligeramente los pulgares. A la señal: pel sus fulla, conducido nos a la barca, las tres brujas desaparecieron, después de haber hecho la señal de la cruz nueve veces.

El pescador no tenía más que imitar a su prometida, mojar el pulgar en el ungüento, pronunciar las palabras sacramentales para ser transportado a la playa de Collioure donde ya estaban las bruixas. Y como estos se dirigían hacia una barca, los precedió allí y se acostó debajo de la proa. Las brujas se sentaron y la badessa gritó:

¡Vara por uno, vara por dos, vara por tres!

Pero como el bote no se movía, preguntó a sus compañeras si alguna estaba en estado de embarazo (prenys), luego repitió la fórmula completándola:

¡Vara por uno, vara por dos, vara por tres, vara por cuatro!

Y el barco se dirigió a la Isla de San Vicente, mientras las brujas atónitas se preguntaban quién era el cuarto personaje que había provocado la partida. Pero el pecador estaba tranquilo en su escondite. Su atención pronto fue atraída por una extraña conversación que Grisette tuvo sobre él. En mi noche de bodas, dijo, quiero convertir a mi marido en pez y obligarlo a nadar a lo largo de la costa. Esto será divertido. Y sus compañeros se ríen.

"Yo", dijo uno, "cambié a mi marido en un caballo y le ordené andar por los caminos". Al día siguiente estaba enfermo...

Pero, en este momento, llegamos a los bordes de la Isla. Habiendo desmontado las brujas, el pescador salió también de su escondite y fue, como ellas, a recoger flores raras, luego volvió apresuradamente bajo la proa del barco. El regreso fue tan rápido como el viaje de ida y el joven estaba muy feliz de tocar tierra, después de tan instructivo viaje.

Al día siguiente contó la aventura a sus compañeros y les regaló flores de San Vicente. Con ellos llegó a la cita diaria donde lo esperaba su prometida. Pero la vista de las flores inquietó a la joven que, acosada por las preguntas y viéndose descubierta, tuvo que confesarlo todo, confirmando las palabras de su amado el día anterior.

El pecador, en efecto, declaró renunciar a su mano, haciéndole imposible casarse en la comuna.