Se dice que había en algún lugar Irlanda un territorio vedado a los hombres, que debía permanecer virgen y salvaje, porque pertenecía a un duende. Este territorio se llama el campo de los elfos.
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PalancaEl campo de los elfos
Un día, un hombre decidió cultivar este campo prohibido y luego quiso voltear el suelo. Apenas tomó su pala y se puso en marcha cuando escuchó una vocecita traviesa que le decía:
- Pero, qué haces ahí ?
Era un pequeño elfo que acababa de salir de un agujero en el suelo.
“Bueno, he venido a arar el campo”, respondió el hombre.
"¿Y quién te dio permiso?" retomó el duende
“Nadie”, dijo el hombre, un poco estupefacto.
– Entonces espera, dijo el duende, te ayudaremos.
Y aparecieron cien duendes, y le ayudaron a voltear la tierra.
Al día siguiente, el hombre quería sembrar. Apenas hubo querido sembrar cuando la misma vocecita le dijo:
- Pero, qué haces ahí ?
– Pues planto, respondió el hombre.
"¿Y quién te dio permiso?"
- Persona !
– Así que espera, te ayudaremos, dijo el elfo.
Entonces aparecieron doscientos duendes y lo ayudaron a sembrar su campo.
Cuando el trigo creció, había que cosecharlo, pero el hombre estaba enfermo, así que preguntó por su hijo pequeño. Cuando llegó frente al campo, no pudo resistir: rompió una espiga para probar el trigo.
- Pero qué haces ahí, entonces preguntó el mismo elfo que acababa de aparecer.
“Bueno, pruebo el trigo”, respondió el hijo.
"¿Y quién te dio permiso?"
– Nadie: es el campo de mi padre, defendió el niño.
– Así que espera, te ayudaremos, dijo el elfo.
Y vinieron cuatrocientos duendes y masticaron todo el trigo en unos momentos.
Cuando el padre vio esto, se enfureció violentamente y comenzó a golpear a su hijo, a quien amaba mucho.
- Pero que haces ahí, preguntó el elfo que nuevamente acababa de llegar.
“Le estoy pegando a mi hijo, que se ha comido todo mi campo”, respondió el hombre furioso.
"Entonces espera, te ayudaremos", dijo el duendecillo con dureza.
Y se levantaron ochocientos duendes, e hirieron al niño hasta matarlo.
Entonces vino la madre, y al ver esto, tomó a su hijo en brazos, y se echó a llorar.
- Pero que haces aquí, preguntó el duende con una mirada triste.
“Lloro a mi hijo que murió”, dijo la madre, sollozando.
– Así que espera, te ayudaremos…
Entonces mil seiscientos elfos se levantaron del suelo y comenzaron a derramar todas las lágrimas en sus cuerpos, llorando por el niño con su madre. Las lágrimas, tantas, se hicieron ríos, y se llevaron a la madre y al niño.
Así que el padre se quedó solo, aturdido ante su campo devastado y su familia arrasada. Le picó un insecto y se rascó para quitarse la picazón. Entonces el duende le preguntó:
- Pero, qué haces ahí ?
– Me rasco porque me ha picado un insecto.
- Entonces espera, te ayudaremos, prosiguió el elfo.
Y aparecieron tres mil doscientos duendes, y arañaron su piel, luego su carne. Eventualmente, los goblins lo arañaron hasta los huesos...