Aquí está la historia de la Cartuja de Pipaon.
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PalancaLa Cartuja de Pipaon
A diferencia de muchas otras brujas, se dice que la de Pipaón estaba hecha de carne y hueso, en fin, de apariencia humana, real como la vida y tenía un nombre y un nombre de pila. Aunque nadie realmente lo recuerda, simplemente se llamaba Charterhouse. En el pueblo todos sabían que esta mujer era una bruja y, además de las sospechas que tenían sobre ella y sus actividades, nunca renunció a su condición.
A veces incluso decía:
- Si crees que tengo un don especial, algún poder, me digo, es porque los tengo, ¿no?
Como la Cartuja conocía todos los secretos de las camas, todos los asuntos privados y los chismes del pueblo antes que nadie, sus vecinos sospechaban que podía instalarse en un lugar de la casa sin ser vista, transformada en Dios sabe qué animal.
Algo sucedió un día que confirmó estas sospechas.
Una noche, cuando una pareja estaba en la cocina discutiendo asuntos privados, un gato negro apareció acechando en la sala de estar. Al principio, la pareja no prestó mucha atención, pensando que se trataba de un gato callejero, que había pasado por una puerta abierta. Luego se dirigió a la cocina, adoptando una actitud que pareció sospechosa a la pareja a la que les pareció que el gato parecía seguir la conversación con mucha atención y un interés más allá de toda lógica, la esposa comenzó a detectar algo anormal.
Así, con toda la discreción del mundo, la esposa se acercó poco a poco al fuego hasta que atrapó una marca roja. Dándose la vuelta apresuradamente y con la velocidad del rayo, se lo arrojó. Inmediatamente el animal escapó maullando de dolor. Pero las cosas no se detuvieron ahí, al día siguiente, todos en el pueblo pudieron ver con sus propios ojos que la Cartuja se había quemado la boca. Ahora nadie dudaba y menos para los maridos en cuestión de que efectivamente fue ella la bruja transformada en gato para espiar las conversaciones de sus vecinos.
Pero otro evento tuvo lugar otro día, más extraño este.
Era en pleno invierno, y tras un día en el que nevaba con regularidad, un grupo de jóvenes del pueblo, un poco borrachos, se acercó a la casa de la Cartuja para burlarse de ella y de su hija porque el viejo tenía un hija que hizo llamar la atención a más de uno. Los jóvenes empezaron, primero a cantar frente a la puerta de la bruja, luego lanzando burlas y otras impertinencias. Pero como la puerta no se abrió, empezaron a golpearla con toda la insolencia del mundo.
El júbilo feliz desapareció instantáneamente del grupo. Soplando salvajemente, un toro imponente salió con malas intenciones. Los jóvenes huyeron corriendo como locos para refugiarse en un establo de un prado cercano donde pasaron toda la noche temblando de miedo y de frío, habiendo perdido todo deseo de bromear.
Cuando la borrachera se disipó, ya bien despiertos, empezaron a pensar que todo esto era solo una alucinación, probablemente producida por la bebida, envalentonados, decidieron salir de su escondite. Pero no, no habían soñado, como todos los demás, podían ver claramente sus huellas claramente visibles en la nieve durante la carrera nocturna.