Hubo en Apellaniz, en una época, muchos enfermos con granos por todo el cuerpo ya los que ni las bebidas ni las pociones de los más famosos médicos y curanderos podían curar. Esta es la historia de las rocas de Sarba.
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PalancaRocas Sarba
Para librarlos de este mal se hacían oraciones públicas en San Bartolomé. Casi todo el mundo asistía a la iglesia, a excepción de unas pocas ancianas que tenían fama de amar actos de brujería. Ante esta oración colectiva, la población temía que ellos fueran los culpables de esta enfermedad.
Cuando todos estaban en la iglesia, estas ancianas treparon a las rocas de Sarba que están arriba de Apellaniz, como si amenazaran con caer sobre el pueblo. Estas mujeres desaliñadas se metieron en una enorme grieta y finalmente un montón de rocas terminó cayendo hacia la iglesia.
Asombrados, los aldeanos comenzaron a huir de los recintos sagrados sin tener en cuenta los buenos modales. Pero, milagrosamente y ante la sorpresa de los feligreses, la estatua de San Bartolomé levantó una mano y exclamó con voz imperial:
– ¡No sus movais! (No te muevas)
Los aldeanos esperaron un momento, entre el terror y el asombro, mientras las piedras se detenían en su loca carrera. Así, al parecer, terminó la terrible aventura porque aún hoy, las rocas de Sarba no se han movido.